En estas noches de frío intenso he aprendido que ya no soy
la misma. Sin chistar ni un segundo, volví a ver a Julio. El día que accedí a salir
con él, puedo jurar que no sentía las piernas y que mi corazón latía más fuerte
de lo normal. Por unos instantes no sabía si lo que sentía era miedo, odio,
nervios o una colitis tremenda.
Los dos
sabíamos que yo era la única persona en este mundo que lo conocía a la
perfección. Llegó tarde a nuestro encuentro. Al momento de comenzar a platicar,
él solo me comentaba sobre el trasero de su actual novia y de cómo no dejaba de
ligarse a cuanta chava se le ponía enfrente.
Aguanté
45 minutos aquella historia de terror. Ya estaba harta y decidí retirarme, así
que me levanté de mi asiento, le di un beso en su frente y le dije tiernamente:
“Un día el Karma te joderá, pendejo”. Al irme de ahí, solo una lágrima cayó por
mi mejilla, era una pequeña gota de agua salada llena de amor por mí misma.
Me di cuenta, como dicen: “Más
vale tarde que nunca”, qué había desperdiciado palabras de amor por alguien que
solo tenía la facha de él todasmías. He
decidido hacer una gran reparación a mi frío corazón, ya que no puedo dejar de
ser quién soy por una persona que no supo valorarme.
La
semana siguió su curso y como es de costumbre, desperté pidiendo a gritos
encontrar mi verdadero amor. Ahora, tengo la certeza, de que si alguien llega a
mi vida, sabré lo que quiero y no jugaré con nadie.
Volví a
regresar a aquella cafetería donde descubrí que si tengo guardado aún, un poco
de orgullo y autoestima. Después de estar ahí por más de dos horas, sentí que
alguien me veía, era el chico que preparaba las bebidas. Se me acercó y me
invitó un café y al ponerlo en la mesa, tomó mi mano mientras me decía que no
conocía sonrisa más linda que la mía. Por medio segundo de shock creado por sus iluminados ojos, no supe que decir, solamente
le sonreí.
A
partir de ese día encontré una nueva razón para ir a esa pequeña cafetería. Desde
aquel suceso, mi corazón latió de otra manera, manera que jamás había sentido. Me
he preguntado: ¿y por qué no? ¿y si intentas algo nuevo? Quizá él sea el indicado,
ese ser humano que le devuelva la calidez a mi ser y que me haga sentir que en
mi nariz ya no es invierno. Solamente queda dejarme llevar y confiar en aquella
frase que me han dicho tantas veces: “El amor llega cuando menos te lo esperas”.